Este lugar maravilloso trasciende los parámetros que rigen el comportamiento social, detrás de una puerta verde en una dirección extraña, a la cual no puedes llegar sin que otra persona que haya estado ahí te muestre el camino.
Cuando llegué estaban de fiesta, al ritmo de acordeones y guacharacas todos bailaban, me miraron extrañados y me dejaron entrar con desconfianza. Saludé al único que pensé estaba de mi lado de la cordura, supe que era de los míos porque lo encontré en un rincón embebido en su celular. Me explicó que celebraban el día del amor y la amistad. Esa fiesta que nos obliga a comprar regalos y a jugar juegos que ya no nos divierten.
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